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Corresponsalía – Atenas, refugiados y lecciones de vida

Realizado por Natalia Caballero Montero. Estudiante del doble grado de Relaciones internacionales y economía

Grecia, debido a su posición estratégica en el Mediterráneo oriental, se ha convertido en una de las principales puertas de entrada a Europa para personas refugiadas, especialmente provenientes de Siria y Afganistán. Desde la crisis migratoria de 2015, el país ha enfrentado una presión constante que ha transformado tanto su infraestructura como su sociedad, aunque los avances han sido, en muchas ocasiones, insuficientes y desiguales.

En diciembre, tuve la oportunidad de visitar Atenas como parte de un viaje académico organizado por mi universidad de intercambio, Avans Hogeschool. El objetivo del viaje era entender de cerca la realidad migratoria que enfrenta Grecia hoy en día, con visitas a campos de refugiados, ONGs locales y organismos gubernamentales. Sin embargo, lo que nos encontramos no solo fue una crisis humanitaria persistente, sino una situación plagada de contradicciones e inconsistencias.

La situación es evidente desde el momento en que llegas a la ciudad. Desde que salí del metro en el centro de Atenas, me impactó la pobreza visible y las condiciones precarias en las que viven muchas personas. Y es que, no solo se trata de una crisis migratoria, sino de un problema estructural de abandono y falta de inversión en la ciudad. Calles mal asfaltadas, edificios en ruinas, personas durmiendo en las calles e inseguridad son algunos aspectos característicos de la ciudad que veíamos día a día. La inseguridad los primeros días también estaba presente, pues la recepcionista del hotel nos advirtió de los robos frecuentes, recomendándonos llevar solo 10-20€ y dejar los pasaportes en un lugar seguro, lo que demuestra la desprotección en la que se encuentra la propia ciudadanía y los refugiados.

Uno de los momentos más significativos del viaje fue la visita al campo de refugiados de Malakasa, uno de los principales en Atenas. El encargado del campo nos presentó una imagen idealizada de la gestión y las condiciones de vida en el lugar. Sin embargo, la realidad que vivíamos contaba otra historia. Los niños que nos seguían a la distancia y a quienes no se les permitía acercarse, el padre desesperado que nos confundió con una organización humanitaria y nos suplicó medicamentos para su hijo, todo contrastaba brutalmente con el discurso oficial que aseguraba que “todo estaba bien gestionado”. Fue un momento de indignación: si la gestión hacia las personas refugiadas es correcta, ¿cómo es posible que a las puertas del campo haya personas sin acceso a servicios y recursos básicos, como medicamentos?

También visitamos varias ONGs como Intersos, SolidarityNow y el Greek Council for Refugees, que nos ofrecieron una visión mucho más crítica y realista de la situación. Estas organizaciones denunciaron la falta de transparencia por parte del gobierno y de las autoridades responsables, así como las restricciones impuestas para acceder a los campos de refugiados. No hay datos claros, no hay supervisión real y, en muchos casos, lo que ocurre dentro de los campos es un misterio incluso para quienes trabajan diariamente con refugiados. La desinformación es un arma utilizada sistemáticamente para mantener a los refugiados en un estado de incertidumbre y de vulnerabilidad extrema, donde no saben cuáles son sus derechos ni cómo acceder a ellos. Esto los convierte en presas fáciles de redes de tráfico de personas, explotación y abusos sistemáticos. Las ONGs intentan ofrecer ayuda dentro de sus limitaciones, pero sin acceso directo a los campos, su capacidad de acción está severamente restringida.

Uno de los momentos más conmovedores fue acompañar a un joven búlgaro a repartir comida a personas que dormían en la calle. Nos dimos cuenta de que no solo los refugiados eran víctimas de la precariedad, sino también ciudadanos griegos que habían sido completamente abandonados por el sistema. Este acto de solidaridad, aunque significativo, muestra la falta de efectividad estatal a la hora de abordar la creciente pobreza y marginación en la ciudad.

Asimismo, el último día colaboramos con la ONG SolidarityNow en la campaña de regalos navideños. Aunque la actividad fue emotiva, no dejaba de ser un parche durante unas horas de la situación tan complicada que se vive diariamente. ¿De qué sirve un regalo si el resto del año muchos niños viven en condiciones precarias?

Al finalizar el viaje, la sensación que me quedó fue agridulce. A pesar del esfuerzo de muchas personas y organizaciones, la situación migratoria se vuelve cada vez más grande y el sistema sigue fallando estrepitosamente. La gestión gubernamental es opaca, las condiciones en los campos de refugiados parece que dista mucho de ser adecuadas y la falta de acceso a información legal mantiene a miles de personas atrapadas en un limbo sin soluciones claras. La crisis migratoria en Grecia no es solo un problema de recursos, sino de voluntad política y de un sistema que sigue sin garantizar una una vida digna a quienes buscan refugio en Europa.

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