Natalia Caballero. Calais, Francia. 2024
El momento en que me bajé del coche y vi a cientos de personas que acudían a nuestra llegada fue sorprendente. Ellos solo querían poder conseguir un abrigo y algo de bebida caliente.
La semana pasada tuve el privilegio de poder acudir como voluntaria al campo de refugiados no oficial de Calais, junto con ONGs como Care4Calais y Refugee Community Kitchen con el fin de conocer de cerca sus actividades y la labor de ayuda hacia las personas refugiadas y abandonadas en el norte de Francia.
Calais ha sido históricamente conocida por la compleja situación de los migrantes, especialmente por lo ocurrido en 2016, año en el que esta ciudad se conocía por la “jungla de Calais”, un campamento no oficial que albergó hasta 6.000 personas que buscaban cruzar la ruta de la Mancha hacia Reino Unido. Pese a que la situación actualmente no es tan violenta, durante los días en que fui voluntaria, pude ver cómo las personas refugiadas, que huyen de la pobreza y violencia en sus países, se encuentran viviendo en condiciones precarias. Miles de personas que llegan a este punto, habitan en numerosos descampados a la intemperie sobreviviendo gracias a la colaboración de diversas organizaciones no gubernamentales. Estas personas se sienten olvidadas por el gobierno francés, y en muchas ocasiones, llegan a sentirse abrumadas y explotadas. Dado que estos campamentos no son oficiales, las personas que habitan en ellos viven con el miedo de que lleguen redadas policiales en las que les arrebaten todo lo que tienen, incluso las tiendas de campaña, dejándoles a la espera de que las ONGs puedan traer un nuevo lote de refugios provisionales.
La situación en Calais es un reflejo desgarrador de la compleja crisis migratoria que se vive en Europa. Estas personas, provenientes de países como Eritrea, Sudán, Afganistán, entre otros, huyen de la pobreza, la violencia y la persecución, en busca de una oportunidad para comenzar una nueva vida. Sin embargo, lo que encuentran al llegar a esta ciudad del norte de Francia no es la promesa de un futuro mejor, sino una lucha constante por sobrevivir en condiciones extremas.
La labor de las ONG y de los voluntarios es imprescindible. Gracias a ellos, las personas refugiadas pueden acceder a electricidad, agua potable, comida y atención médica. No obstante, estas ONG no solo proporcionan asistencia material, sino que también bridan algo igual o incluso más valioso: compañía. Muchas de estas personas llegan con un sentimiento de soledad e incertidumbre. Están lejos de sus familias y no saben qué será de ellos en el futuro. El trabajo de los voluntarios no solo proporciona bienes básicos, sino también tiempo de calidad a través de juegos, risas y charlas, fomentando la esperanza. Al pasar tiempo con ellos, mientras me contaban sus experiencias, pude ver la ilusión y esperanza en sus ojos. Hablaban de Reino Unido, su futuro destino, y de cómo se veían allí, a pesar de la incertidumbre de no saber exactamente a dónde llegarían. Muchos no sabían en qué ciudad terminarían, pero te miraban fijamente a los ojos y, al preguntarles dónde se veían, señalaban en el mapa cientos de posibles destinos.
Tuve la oportunidad de conversar con personas de mí misma edad, 21 años, con jóvenes, familias e incluso profesores que llevaban meses viajando para llegar a Francia, desde donde comenzarían su peligroso camino hacia el Reino Unido. Se podía ver el cansancio en sus rostros, pero lo que más me sorprendió fueron las sonrisas que me regalaban, a pesar de las múltiples dificultades que habían tenido que soportar.
La tragedia que se vive en Calais no se limita a las condiciones de vida. Las rutas migratorias hacia el Reino Unido son extremadamente peligrosas, y muchos refugiados se arriesgan a cruzar el Canal de la Mancha escondidos en camiones, trenes o embarcaciones improvisadas. La noche que llegué, dos cuerpos fueron encontrados en el canal, un recordatorio trágico de los riesgos mortales que enfrentan aquellos que buscan una oportunidad de vida. Esas muertes no son aisladas: cada día, miles de personas arriesgan sus vidas en el intento de llegar a Reino Unido, sin importar los peligros que enfrenten, porque el temor a volver a sus países de origen es aún mayor.
La realidad es que, al llegar a Calais, la mayoría de los refugiados se encuentran atrapados en una situación que parece no tener fin. La falta de opciones seguras para continuar su viaje les obliga a tomar decisiones desesperadas, poniendo en riesgo sus vidas en su intento de llegar a un destino que ven como la única salida a sus sufrimientos. A pesar de todo esto, la esperanza no se apaga. Los refugiados siguen intentando, día tras día, encontrar una oportunidad para un futuro mejor, mientras que las organizaciones que trabajan en la región hacen lo que pueden para aliviar su sufrimiento. Pero la pregunta sigue siendo la misma: ¿hasta cuándo podrán sobrevivir en estas condiciones?
Todas las fotografías utilizadas en este artículo han sido proporcionadas por la ONG Care4Calais, con quienes tuve el privilegio de colaborar durante mi estancia en Calais.
Calais, la dura realidad de los inmigrantes antes de cruzar la ruta de la mancha hacia Reino Unido by Natalia Caballero is licensed under CC BY-NC-SA 4.0