Pablo G. Pachá. Relaciones Internacionales y Economía.

RESUMEN

La República de Turquía busca irrumpir el orden mundial presentándose como una gran potencia más, la referente en Oriente Medio y para todo el orden musulmán, representar al mundo musulmán como el Estado central referente, como sugería Huntington. Sin embargo, las políticas que el gobierno de Erdogán ha llevado acabo los últimos años y llevado a Turquía al aislamiento geopolítico, ahora se sitúa en una pequeña isla enemistada con todos sus vecinos y donde sus antiguos aliados dudan de su compromiso. ¿Qué se reserva Turquía para el futuro? ¿Puede escapar de la isla geopolítica?

ABSTRACT

The Republic of Türkiye seeks to disrupt the world order by presenting itself as another great power, the reference for the Middle East and the entire Muslim order, representing the Muslim world as the central State of reference, as Huntington suggested. Nevertheless, Erdogan´s politics for the last years have driven Türkiye into geopolitical isolation, it sits as a little lonely island at odds with its neighbours and where it´s old allies doubt of their compromise. What can we expect from Türkiye in the future? Will it be able to scape from the geopolitical island?

La geopolítica de Turquía es cuanto menos menester de estudio, pues el supuesto Estado laico de la República de Turquía presenta hoy unas aspiraciones internacionales emulando a sus ancestros otomanos y a su ambición por dominar Oriente medio y el Mediterráneo, y que nos llevan a caracterizar su política exterior de neootomanismo.

Durante las últimas dos décadas, Turquía se ha jactado de ser una potencia regional, y ha buscado recuperar el poder y prestigio de los que gozó antaño con el Imperio otomano, siendo capaz de extender su influencia sobre aquellos territorios que una vez poseyó. Es un objetivo que ha permanecido inalterable a lo largo de los años, aunque la evolución del entorno geopolítico tanto a nivel global como regional ha obligado a una continua readaptación de sus estrategias para alcanzarlo.

En primer lugar, previo al 2016 -importante año de inflexión- la política exterior turca estaba marcada por el efecto integrador, una guía de ruta diseñada por Ahmet Davutoǧlu para extender la influencia turca mediante el uso del soft power. Esta política, no obstante, no cosechó más que fracasos, y en 2016 tras la salida de Ahmet Davutoǧlu de la vida política, se produjo un cambio brusco hacia una visión más agresiva, donde el soft power seguiría siendo usado, pero no se rechazaría en absoluto el uso del hard power tampoco. Fue así como aumentaron las tensiones con todos los vecinos turcos por sus políticas independientes, como la hostilidad presentada en el mediterráneo oriental o el envío de tropas al norte de Siria para combatir al YPD/PKK, que le llevaron al país a un aislamiento diplomático, quedando pues en la denominada “isla geopolítica”. No obstante, varios eventos recientes han permitido a Turquía reposicionarse y ajustar dicha postura, presentándose como un actor flexible -la conexión entre dos mundos- para recuperar amistades perdidas y remediar los efectos de las pasadas políticas. Así lo hemos podido ver con la mediación que interpuso en el conflicto ruso-ucraniano y la retirada de tropas estadounidenses en Afganistán, si bien no ha renegado de la autonomía estratégica ni ha cesado en el uso deliberado de la fuerza para defender sus intereses, tanto en Siria como en el mediterráneo oriental.

Una política que ha marcado la política exterior turca es la diplomacia de los drones, por la que Turquía se ha convertido en el principal proveedor de drones para países de medianos y bajos ingresos, donde se ha probado indispensable y ha inclinado la balanza en numerosos conflictos. Por ejemplo, en el conflicto ruso-ucraniano, los propios ucranianos realizaron una canción de guerra alabando dichos drones por su magnanimidad. Aunque estos negocios de armas han sido impulsados ​​por una combinación de mercantilismo y geopolítica, casi siempre han involucrado países en los que Turquía tiene un interés estratégico, y donde usa dichos drones para expandir su influencia y presencia.

En Libia, en 2020, permitieron que el gobierno de Trípoli, apoyado por Turquía y reconocido internacionalmente, derrotara al Khalifa Hafter, señor de la guerra respaldado por Rusia. Del mismo modo, los drones ayudaron a las fuerzas azerbaiyanas a recuperar con éxito territorio en su disputada región de Nagorno-Karabaj contra las fuerzas armenias. En la provincia siria de Idlib, permitieron que las fuerzas de la oposición siria detuvieran una ofensiva del gobierno sirio destinada a llevarlos a Turquía. Y en Etiopía, los drones turcos suministrados al gobierno de Addis Abeba ayudaron a cambiar el rumbo de su guerra civil con los rebeldes de Tigrayan. Asimismo, en el conflicto ucraniano estos drones se han probado absolutamente esenciales para armar y fortalecer al ejército ucraniano, el cual fue capaz de acometer duros ataques a la armada y ejército ruso precisamente por el uso de dichos drones.

Esta diplomacia le ha llevado a remediar enemistades y a generar mayor influencia positiva, aunque no por ello ha conseguido sanar las consecuencias de su aislamiento geopolítico. La compra de armamento ruso le llevó a la expulsión de la fabricación de aviones F-35 por la OTAN, cruciales para Turquía, y las campañas en Siria y el mediterráneo oriental siguen provocando choques con la UE y EE.UU. La cercanía con el oso ruso, manteniendo lazos diplomáticos, así como la compra de petróleo y del espacio aéreo abierto a los vuelos civiles rusos, mantiene a occidente resentido por el notable antioccidentalismo que sigue creciendo dentro del gobierno turco. Del mismo modo, no ha apoyado las sanciones occidentales hacia Rusia, si bien sí condenó en la Asamblea de las NNUU la invasión rusa. Sin embargo, no significa esto que Turquía se alinee precisamente con Rusia, pues vende armas a Ucrania y a todos los bandos opuestos donde Rusia y Turquía se enfrentan indirectamente, como es el conflicto del Nagorno-Karabaj, Libia o Siria.

Dar la espalda a Rusia no es una opción viable y es de esperar que Turquía haga todo lo posible por mantener intacta su capacidad de mediación. Una vez más, Turquía se mueve en un equilibrio inestable entre las potencias occidentales y sus rivales geopolíticos. Sus esfuerzos en la mediación por el conflicto ruso-ucraniano han podido demostrar al mundo que continúa siendo un actor imprescindible con el que es necesario contar. De hecho, el Senado de Pakistán ha propuesto al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, al premio nobel de la Paz. Sin embargo, conforme el conflicto se alargue en el tiempo, Turquía podría verse obligada a abandonar la ambigüedad y tomar partido, lo que afectaría a sus relaciones con Rusia, poniendo en peligro su estrategia de equilibrios, y estancándose en la isla geopolítica donde se encuentra.

18 Enero 2023

ISSN 2340 – 2482

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