Autor: Pablo G. Pachá. Estudiante de Relaciones Internacionales y Economía
RESUMEN
Desde el inicio de la pandemia, hemos contemplado un proceso inflacionario preocupante, que atacaba sobre todo a nuestras materias básicas, al núcleo de nuestra economía, la energía. La energía ha sido siempre un factor geopolítico de alta calidad estratégica, y en un mundo altamente interconectado donde existen fuertes relaciones de interdependencia energética, el gas o el petróleo se han convertido en grandes armas geopolíticas capaces de desestabilizar economías desarrolladas. El aumento de este juego podía llevar a una mayor desconexión de los unos con los otros con el fin de inutilizar dichas armas de países como Rusia o China, y reconducir a un mundo donde la guerra cada vez sea más barata.
ABSTRACT
Since the beginning of the pandemic, we have contemplated a concerning inflationary process, which hijacked our primary sources, the core of our economy, the energy. Energy has always been a geopolitical factor of great strategic power, therefore in a highly connected world in which exist heavy energetic relations, gas or oil have become huge geopolitical weapons capable of destabilizing developed economies. The rise of tension in these relations could escalate to a more disconnected world to disable these weapons from countries such as Russia or China and redirect the world to a place where war is cheaper.
La reactivación económica mundial ha estado liderada por un gran incremento de la demanda y el consumo privado, los consumidores se lanzaron a las tiendas con ánimo tras los confinamientos y restricciones provocadas por la pandemia. A medida que las restricciones se suavizaban, el consumo aceleraba cada vez con más impulso. Sin embargo, la oferta sería incapaz de alcanzar el ritmo de la creciente demanda, todo porque la tormenta perfecta estaba tomando forma, y ya tenía nombre, la crisis de las materias primas.
Estos últimos meses hemos asistido a fenómenos poco esperados por muchos, y que ya no pasan desapercibidos: la inflación se encuentra en niveles desbocados en Europa (España: IPC interanual de 7,4%) y EE.UU. (IPC interanual: 7,9%); las empresas europeas viven un desabastecimiento de suministros; estanterías de los supermercados vacías en el RU; precios de la luz marcan récords históricos; crisis de los microchips, etc.
Todos estos fenómenos responden a causas coordinadas e interrelacionadas, que afectan a toda la cadena de producción, desde la fabricación hasta la comercialización y distribución. El aumento de los precios se debe principalmente a tres factores: un desajuste entre oferta y demanda; el aumento de los derechos de emisión de CO2 y el sistema marginalista de precios europeo, todo ello acrecentado por la guerra en ucrania.
En primer lugar, para reducir los efectos nocivos de la pandemia sobre sus economías, muchos países han impulsado planes de recuperación más ecofriendly, que pasaban por una mayor utilización de energías renovables, aumentando el uso de la energía solar o eólica, entre otras. Para asegurar que se cumplían estos planes de acuerdo con el Acuerdo de París, se aumentaron notablemente los precios sobre la emisión de CO2, hasta en un 100%. Esto aseguró la propulsión de las energías renovables, por lo que la demanda de aquellos materiales necesarios para la construcción de este tipo de plataformas aumentó significativamente. Dicho aumento del coste de obtención de la energía afectó directamente, y sigue haciéndolo, sobre el precio de la luz en Europa, lo que encarece a su vez los costes de producción de las empresas manufactureras, y de los hogares europeos.
El precio del acero, cobre, aluminio, silicio o litio, entre otros, no son únicamente necesarios para las turbinas eólicas o las placas solares, sino que son también altamente demandados por industrias tecnológicas como la automoción, los móviles o televisiones, y los mismos microchips que unen todos estos productos. No obstante, el incremento de la demanda no es únicamente el responsable del encarecimiento de precios. China, desde el inicio de la pandemia, ha sido responsable de la acumulación excesiva de materias primas, para garantizar el consumo propio y el de sus socios comerciales, lo que está ocasionando su escasez en los mercados internacionales. Entre los objetivos de la retención china se encuentran el litio, indispensable para los semiconductores; o el aluminio y cobre, materias primas fundamentales. El acaparamiento de materias primas por los cuellos de botella chinos ha conducido a la falta de suministros a las empresas del mercado europeo, según el BCE, el 23% de las empresas manufactureras de la Unión ha declarado una crisis de suministros, la cifra asciende al 40% en una encuentra de opinión de la Comisión de julio de 2021.
Esta sería una primera oleada que marcaría el inicio de una tendencia alcista imparable. Junto con el aumento de los derechos de emisión de CO2, el aumento del precio del gas natural también ha afectado directamente al precio de la luz en los países europeos. La razón del aumento del precio del gas pasa por varias razones. En primer lugar, el invierno de 2020-21 fue muy frío, especialmente en Asia, donde se sumó el incremento de demanda de los hogares al derivado de la reactivación industrial tras la pandemia. Esto resultó en muy bajas reservas de gas para grandes países exportadores como Rusia o Argelia, cuyo consumo interno y del resto de países fue muy elevado. Asimismo, el sistema de precios en Europa se establece en parte a través de hubs, mercados puros donde la oferta y la demanda marcan el precio.
La alternativa al gas es el petróleo, una opción más contaminante pero más fácil de transportar y almacenar. Al igual que su primo hermano, el petróleo se ha caracterizado desde la pandemia por una gran inelasticidad en su oferta. Esta materia prima se ha vuelto un arma geopolítica en las relaciones internacionales de muchos países por la alta dependencia en las economías desarrolladas. En parte, la falta de suministro de gas y petróleo también nos advierte de la finitud de estos recursos, que cada día se extraen con mayor preocupación.
Estos dos activos se han visto duramente dañados por el comienzo de la guerra en Ucrania. Los precios del gas natural y del barril de brent escalan a niveles que muchas familias en Europa ya no pueden asumir. Asimismo, las expectativas de una guerra larga y cruenta no favorecen futuros positivos. En esta misma línea, Rusia anunció el corte de suministro de trigo y maíz, además de otros productos, a Europa. Medidas similares han tomado Ucrania y Serbia, ambos anunciaron esta semana pasada que retirarían los suministros al exterior de trigo y maíz entre otros, como consecuencia de la guerra, para abastecer el consumo interno.
Lo cierto es, que esta guerra únicamente ha empeorado la visión que teníamos sobre la crisis de las materias primas, que ya empieza a cobrarse sus primeras víctimas en África. Egipto y Sudán, que importan altos porcentajes del trigo a Rusia, comienzan a tener serios problemas de suministro a nivel regional, que podrían desembocar en grandes hambrunas. Es por ello que, durante estos meses, deberemos mirar atentamente a nuestro continente africano, porque pueden ser las consecuencias inmediatas de un futuro no muy absurdo para Europa.
6 Abril 2022
ISSN 2340 – 2482
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