Noelia Rodríguez Ordóñez; Dakar, Senegal; 23 de febrero de 2022
África es apasionante, pero también la gran desconocida. No encuentro una manera mejor para comenzar a describir la aventura africana a la que me empujó a vivir Expediciones en un país tan diverso y acogedor como es Senegal. Ahora, me doy cuenta de que esta historia comenzó mucho antes de lo que pensaba.
Era octubre de 2020, y yo llevaba un mes haciendo mis prácticas en un periódico local de la isla de Gran Canaria. Mientras, la crisis migratoria en el archipiélago crecía sin freno. Aunque me reconcomía la curiosidad y las ganas de poder contar lo que estaba ocurriendo, yo no tenía aún la libertad para ir sobre el terreno a documentar la crisis, así que asumí con desdén que mis jornadas de prácticas se resumían a estar sentada delante de una pantalla y hacer refritos de noticias que venían de agencias de información. Pero todo cambió de un plumazo. Uno de mis compañeros de redacción, Pablo, que sabía cuánto me apasionaba África, me propuso hacer una entrevista a dos experimentados periodistas que estaban en la isla presentando una exposición que tenía mucho que ver con ese continente tan atractivo. Esa entrevista, que podía haber sido una más de las que forman parte de la rutina de un periodista, fue la primera de las circunstancias que posibilitó que hoy esté escribiendo esto desde Dakar. Esa entrevista hizo que mi jefe me diese toda la libertad necesaria para investigar el fenómeno migratorio en Canarias sobre el terreno, a pesar de no tener la más mínima experiencia en la temática. Me desentendí de horarios, de refritos manidos y de la redacción. Así fue como pasé cuatro meses en contacto con el fenómeno migratorio y con sus protagonistas, y, a decir verdad, gracias a las circunstancias me percaté de lo fascinante que podría ser dedicarme, al menos el corto plazo, a escribir y describir las migraciones africanas. Mi contrato de prácticas acabó a finales de diciembre, y otra vez, debía asumir el salto al que todo estudiante se enfrenta cuando se acerca el fin de la cómoda vida universitaria. De repente, el profesor de Historia Política de la Unión Europea, Alberto Muro, que había tenido en segundo año de carrera, reapareció en mi vida para hacer realidad el sueño que mi santa madre estaba aburrida de escuchar: ir a África. Pero no solo ir a África, se trataba, además, de investigar sobre el terreno el fenómeno migratorio.
Tras planificar el proyecto con Alberto – he de decir que en un tiempo récord – me vi metida en un avión con destino Dakar leyendo un tocho de papeles repleto de información de Senegal, de su política, su cultura, de su historia, y un muy largo etcétera. Aterricé acompañada únicamente de mi maleta para dar comienzo a la aventura de mi vida, la cual sigue en curso. Ha sido la aventura que me ha permitido derribar los muros del prejuicio y que me ha abierto un horizonte que hasta entonces desconocía. Las oportunidades laborales que surgen a partir de la experiencia de Expediciones, por ejemplo, en organizaciones internacionales, o directamente, en el mundo de las relaciones internacionales, son inimaginables cuando se comienza.
Si la migración me parecía apasionante en destino, ignoraba el peso que tienen las migraciones en uno de los países de origen. Allá a donde iba, la migración era parte de las discusiones cotidianas. Los niños hablaban de la migración con sus amigos, al igual que los adolescentes. Los pescadores la justificaban por las circunstancias y las madres la financiaban siempre que podían. Los perfiles de los que se embarcaban con destino Canarias no podían ser más variados, y más aún lo eran los motivos de cada uno. Fui descubriendo un mundo que me permitió ver más allá de lo que se cuenta en los diarios nacionales. Por eso siempre digo que Expediciones, y Alberto en concreto, me dio la gran oportunidad de conocer y convivir con las realidades que a menudo otros nos cuentan.
Senegal, el país de la Teranga – de la acogida en wolof – me sedujo hasta el punto de matricularme en un máster a distancia que me permitiese seguir viviendo en este maravilloso país. Y lo califico de maravilloso por su gente, pues siempre me hicieron sentir una más; por su cultura tan envolvente, tan única y tolerante; y por los entresijos típicos de las sociedades africanas que encandilan a todo aquel que se atreve a iniciar una aventura de este calado. Senegal es música, baile, arte y buenrrollismo, pero también es una realidad social, cultural y política en plena ebullición.
El mito está muy presente en el día a día de los senegaleses, en parte por su pasado – y presente – animista, e influye en decisiones tan trascendentales como subirse o no a un cayuco dirección Canarias. Senegal me ha permitido acercarme a la gente, y consecuentemente, dejar de tratarlos con esa condescendencia, paternalismo e infantilización que se da de forma frecuente en las sociedades europeas de forma inconsciente. He viajado por todo Senegal con la seguridad que sentiría en cualquier país europeo, y he podido ver de primera mano la belleza de la diversidad. Sin duda, las Expediciones de FEI son una oportunidad, no solo para engordar el currículum, más bien por el crecimiento personal y la experiencia vital que te ofrece.
La adicción a la Teranga by Noelia Rodríguez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License.